Lo que comenzó como una protesta en defensa de los derechos del campo en Chihuahua se ha transformado en una maniobra política que, lejos de solucionar los problemas de los campesinos, pone de manifiesto la falta de principios de algunos actores políticos. El plantón organizado por Carlos Manjarrez, líder de la CNC, y respaldado en las sombras por el senador Mario Vázquez, ha dejado al descubierto no solo la ineficacia de esta protesta, sino la utilización de los recursos públicos para un desgaste político sin resultados.
Manjarrez, que debía ser el portavoz de los campesinos y de sus necesidades, ha convertido su protesta en un modus operandi, donde cada día de plantón no solo quema recursos, sino que distorsiona la causa que originalmente pretendía defender. Se habla de miles de pesos destinados a logística, transporte y movilización, un gasto que claramente no sale de los bolsillos de aquellos a quienes se supone representan. Mientras tanto, el senador Mario Vázquez ha visto en este conflicto una oportunidad para atacar a Mayra Chávez, sin considerar la efectividad de sus acciones ni el costo real de esta lucha política.
Lo que resulta más alarmante es la falta de escrúpulos en ambos personajes, que no solo aprovechan la situación para hacer ruido político, sino que lo hacen con la complicidad de los recursos públicos. El propio Manjarrez ha sido acusado de hacer del plantón un modo de vida, mientras la situación de los campesinos sigue sin resolverse. Por otro lado, Vázquez, lejos de proponer soluciones o buscar acuerdos reales, sigue apostando a la estrategia del desgaste sin tener en cuenta las verdaderas necesidades de los sectores afectados.
Este espectáculo de intereses personales antepone la política del desgaste a la búsqueda de soluciones para los problemas reales de los chihuahuenses. En lugar de encontrar un camino que beneficie al sector agrícola, Manjarrez y Vázquez parecen más interesados en capitalizar políticamente un conflicto que podría haberse resuelto con diálogo y acuerdos. Esta farsa política es un recordatorio claro de cómo, en ocasiones, los actores políticos se dejan llevar por sus propios intereses, sacrificando el bienestar colectivo y perpetuando una cultura política basada en el oportunismo. Mientras tanto, los verdaderos problemas del campo y de las comunidades rurales siguen esperando respuestas.