Dignidad a la baja

Dicen que en política hay ciclos que se deben cerrar con dignidad. Pero a veces, las señales de retirada no se quieren leer. Un personaje que ocupó todos los cargos posibles dentro del PAN —presidenta estatal, diputada local, diputada federal, etc— hoy transita por un camino distinto: el de la gestión de campañas para el cuidado animal, con énfasis en gatos y perros. Algunos ven en eso un nuevo enfoque social; otros, el último respiro de una carrera política que no terminó de cuajar ni con todo el apoyo institucional que tuvo en su momento.

El caso de Rocío Reza vuelve a poner sobre la mesa una discusión incómoda: la de los liderazgos impuestos desde el poder. Fue Javier Corral quien la colocó como dirigente estatal del PAN, y desde entonces, el partido no volvió a ser el mismo. Las elecciones reflejaron una desconexión con la ciudadanía, y el blanquiazul pagó el costo en las urnas. Ya no se trataba de proponer a figuras con trayectoria independiente o liderazgo social, sino de colocar perfiles afines, funcionales, pero sin tracción entre el electorado.

Lo que alguna vez fue una estructura ciudadana terminó volviéndose un aparato administrativo. Y así, los liderazgos que pudieron haber encendido la plaza, se quedaron apagados en la antesala de alguna secretaría o en el pasillo de una oficina partidista. No es cuestión de descalificar el trabajo que se hace desde otras trincheras, pero sí de preguntarse si eso era lo que se esperaba de una figura con ese pasado político.