El Vaticano celebrará dentro de dos semanas una reunión con todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para tratar el tema de los abusos a menores. Empieza a estar claro, sin embargo, que no será suficiente para atajar la mayor crisis que vive la Iglesia en los últimos años. Más allá de los centenares de casos que llegan a Roma, el Papa tiene ahora también sobre la mesa el problema histórico de los abusos a las monjas por parte de sacerdotes y obispos. Si no lo tenía claro todavía, se lo recordó esta semana un duro editorial de la revista femenina que publica L’Osservatore Romano, el periódico de la Santa Sede que Francisco lee cada mañana. “No es algo que todos hagan, pero hay sacerdotes y obispos que lo hicieron, y aún lo hacen”, admitió en el vuelo de regreso de su viaje a Emiratos Árabes Unidos.
El Papa quiso enmarcar el problema (como suele hacer en el tema de los abusos) en un contexto histórico también fuera de la Iglesia. “El maltrato de las mujeres es un problema. Yo diría que la humanidad aún no ha madurado. La mujer es de segunda clase”, señaló. Pero el argumento es complicado de sostener viniendo de la máxima autoridad de una institución que ha marginado sistemáticamente a las mujeres, las ha relegado a los puestos de servicio e impedido su ascenso a posiciones de mando en la curia romana. En ningún lugar o constitución está escrito que el Papa no pudiera hacerlo si lo desease, pero tampoco se ha hecho nada para remediarlo durante este pontificado, como ya denunció la propia directora del suplemento de L’Osservatore Romano, Lucetta Scaraffia, en un artículo para este periódico.
En los últimos meses han salido a la luz nuevos casos en todo el mundo. Incluso un oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe dimitió la semana pasada acusado por una exmonja de haberla intentado besar durante una confesión. “Me alegra que estemos trabajando en esto. Algunos sacerdotes han sido apartados por ello y no sé si está terminado el proceso, pero también cerrar algunas congregaciones femeniles corrompidas por esto [este tipo de casos]. Yo no puedo decir ‘en mi casa no ocurre’. Es verdad. ¿Tenemos que hacer aún más? Sí. ¿Tenemos la voluntad? Sí. Pero es un camino que viene recorriéndose desde hace tiempo”.
El tiempo, sin embargo, empieza a apremiar en medio de una crisis que amenaza fuertemente este pontificado. Francisco justifica ese “camino” con el lento pero fructuoso trabajo (según su opinión) realizado por su predecesor. “Benedicto XVI tuvo el coraje de cerrar una orden femenina que tenía un cierto nivel de esta esclavitud de las mujeres, esclavitud también sexual, de parte de sacerdotes, y a veces de los fundadores, que les quitan la libertad a las mujeres. Fue un hombre que tuvo el coraje de hacer mucho sobre este tema”.
Francisco tiró de una anécdota sin identificar, pero con enorme parecido a lo sucedido en una congregación de monjas francesas, para explicar la resistencia que a menudo hay en las investigaciones de este tipo. “Ratzinger [cuando era el prefecto para la Doctrina de la Fe] tenía todos los papeles sobre una orden religiosa en la que existía corrupción sexual y económica, pero había filtros … Y el Papa [entonces Juan Pablo II] organizó una reunión queriendo conocer la verdad. Ratzinger fue con todos esos papeles, pero cuando terminó la reunión, volvió y le dijo a su secretario que guardara todo en el archivo porque ‘¡había ganado el otro lado!’. Pero no podemos escandalizarnos por esto. Forma parte de un proceso. Pero luego, cuando fue Papa, lo primero que hizo fue pedir que le trajesen las cosas del archivo y comenzó a trabajar al respecto. El folclore sobre Benedicto lo pinta como más bueno que un pedazo de pan. Y es bueno, pero lo hacen parecer débil. Y de débil no tiene nada. Ha sido un hombre fuerte, consecuente. Fue él quien comenzó con este tema”·.
Con información de El País