“No oigo”, la frase que resume la política de seguridad de López

Opinión de Francisco Rivas

En tan sólo dos días el presidente López mostró la peor cara que un mandatario pueda exhibir: el desinterés y la total falta de respeto por el dolor de las víctimas de la violencia, así como el tono autoritario y amenazante que un intento de dictador pude usar en contra de la libertad de expresión.

López, quien históricamente ha sido un gran comunicador, alguien que por dos décadas ha sabido usar la broma y el chacoteo para evadir preguntas difíciles, distraer y/o culpar a otros, en esta ocasión simplemente falló.

En la mañanera del jueves 17 de agosto, ante los cuestionamientos de los medios por el lamentable homicidio de 5 jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco, -uno de los casos más terribles que hayamos presenciado en décadas-, intentó zafarse con un chascarrillo sobre el no querer escuchar, invitar a dejar las preguntas para un día después e irse a desayunar.

Si muchas veces su “no oigo”, sus “detente”, sus “no caeré en provocaciones”, sus “pañuelito blanco”, fungieron como distracciones efectivas, en esta ocasión, ante un crimen que parece sacado de una película de terror, causó indignación, incluso, entre sus más fieles seguidores.

Lo peor llegó un día después, cuando el presidente, en lugar de matizar, ofrecer una disculpa por la mala broma, mostrarse empático con el sufrimiento de los deudos, sensible a los reclamos sociales y brindar todo el apoyo institucional para resolver el caso, optó por culpar a los dueños de los medios de comunicación de la supuesta manipulación de la información y mintió diciendo que él no bromeó.

Hasta periodistas tradicionalmente cercanos a López mostraron los videos del “chiste” que el presidente niega; del “no oigo” que se vuelve el resumen de su política de seguridad: no oigo la verdad, no oigo a las víctimas, no oigo las denuncias, no oigo soluciones diferentes a las que yo propuse aunque éstas no funcionen.

López se equivocó gravemente al no querer reconocer que este caso es una de las tantas evidencias del fracaso de su política de seguridad; empeoró su posición al bromear con ello; perdió una oportunidad al no ir al lugar de los hechos, al no llamar a cuentas a las Fuerzas Federales y a la Fiscalía General de la República; dificultó el trabajo institucional al no buscar una colaboración con las autoridades de Jalisco y cometió un delito al amenazar a los dueños de los medios de comunicación.

Pese a la gravedad de todo ello, no deberíamos dejar a un lado el análisis de otro aspecto de este caso, al mismo tiempo en el que los 5 jóvenes fueron secuestrados, torturados y ejecutados, se encontraron los cuerpos de por lo menos 34 personas desmembradas en Poza Rica, que en Orizaba se exhibió en un puente una cabeza humana; que -de nuevo-, en Jalisco se encontraron una decena de cuerpos en fosas clandestinas o que en Baja California, Estado de México, Quintana Roo y Sonora, ocurrieron varios multihomicidios. Hechos que quedan por lo general impunes, donde las víctimas son abandonadas y que sirven de caldo de cultivo para que la violencia siga creciendo.

Mientras López se prepara para rendir un nuevo Informe de Gobierno en el que celebrará los supuestos logros alcanzados, debemos recordar su falta de empatía con las víctimas, sus manipulaciones y amenazas a la libertad de expresión. También le deberemos recordar que en los 55 meses de su gobierno se registraron 160 mil víctimas de homicidio doloso, lo que representa 55% más respecto a la administración de Peña y 68% más respecto a la de Calderón -aunque él jure que vamos muy bien-.

Hace nueve años el ex procurador general de la República Jesús Murillo, al presentar su primer informe acerca del caso Ayotzinapa, soltó un “ya me cansé” tras una larga rueda de prensa. La desafortunada frase de Murillo indujo hasta los priístas de sepa a criticar al entonces procurador y pedir su renuncia.

Hoy ¡ya nada nos sorprende! López está feliz, feliz y feliz, se autoelogia, se burla del dolor ajeno, amenaza y miente públicamente sin que haya sanción ni consecuencias aparentes, esperemos que a los mexicanos no se nos olvide que en esta administración -que prometió paz-, se llegó al peor momento de violencia de nuestra historia y que el presidente sólo supo responder con chistes y mentiras.

Director del Observatorio Nacional Ciudadano