No pueden sepultar a quienes murieron por la explosión de toma clandestina de combustible, único panteón de Tlahuelilpan es insuficiente

Pobladores dicen que no hay espacio en el panteón para enterrar a difuntos

Tlahuelilpan, Hgo.— Esta tierra no estaba preparada para la muerte, menos para ofrecer un lecho a sus difuntos, que suman 95. En este municipio, el único panteón es insuciente para sepultar a quienes murieron por la explosión de una toma clandestina; sus tres hectáreas no alcanzan.

“Ya no hay capacidad en el panteón, hemos pedido ayuda al presidente [Andrés Manuel López Obrador] y al gobernador [Omar Fayad], para que se acondicione un predio cercano (…); hay unos 30 desaparecidos de Tlahuelilpan, si fallecieron necesitan un lugar, señala el alcalde Juan Pedro Cruz en la entrada del cementerio ejidal.

Tras el siniestro del viernes pasado, en el poblado de San Primitivo, aquí no sólo quedó el tufo a gasolina y el visible luto de decenas de personas que caminan vestidas de negro por las calles, también hay nubarrones de polvo y olor a flores marchitas, que emanan del camposanto.

“A veces mueren dos o hasta tres personas cada siete días, perotambién pasamos semanas en que nos vamos limpios [sin ningún muerto que sepultar]”, dice Alejo Monroy, cuidador del panteón. Al lado de este lugar, el edil alista un campo de nabos para ser el próximo panteón. A la vista es posible apreciar cómo el predio de cultivo se va quedando “pelón” e incluso se notan algunas marcas sobre la tierra, como si se previera el área donde quedarán las tumbas.

“Este lugar es de un vecino, están en negociaciones con él, se le otorgará a cambio un terreno con la misma extensión”, dice el alcalde mientas se para frente al lugar donde caban dos tumbas y por la tarde serán sepultados víctimas de San Primitivo. Según la costumbre, cuenta don Alejo, de concretarse nuevo panteón hay que cumplir con un rito. Se deberá enterrar al primer muerto de pie, para que simbólicamente sea el sostenga al nuevo panteón-, señala el hombre de 64 años, mientras revisa que no falte agua o herramientas para los excavadores de tumbas, que siempre son vecinos y amigos de las personas fallecidas.

Tradición A unos metros de distancia, se encuentra un grupo de personas, que mientras beben cervezas y refresco ven como dos albañiles acondicionan una fosa, que de frente tiene una cruz que señala “Jorge Martínez”. Ahí ya fue sepultado alguien, la fosa será para dos. Noemí Martínez, quien murió en el lugar de la explosión, será sepultada sobre Jorge, su padre.

A esta familia la poca capacidad del panteón municipal no le preocupa. Según la tradición en esta tierra, si alguien tiene un familiar sepultado, otro puede “hacerle compañía”, no hay que hacer espacios nuevos. – Aquí la costumbre nos dicta enterarnos juntos, se puede hacer con los féretros juntos o poniendo los huesitos del primer difunto en un costal. Si son los huesos, se colocan en la esquina del huevo ataúd-, indica Jorge Martínez, hermano de Noemí. Noemí murió calcinada en el lugar de la explosión, según cuenta su hermano, tras realizar pruebas de ADN dieron con ella. – Quien sabe porqué fue por la gasolina, nadie sabe. Lo que si, es que la gente esta acostumbrada a las tomas de huachicol-, dice un vecino de la mujer. Noemí fue sepultada a las tres de la tarde, el acomodo de su féretro, a decir de su familia, dejó la certeza de que no volvería a la vida, pero si regresaría a estar junto a su padre, quien murió en 2004.

Con información de El Universal