Rafael Loera y la simulación en la política pública

La comparecencia del Secretario de Desarrollo Humano y Bien Común, Rafael Loera, en el Congreso del Estado, dejó más preguntas que respuestas y mostró un panorama preocupante sobre el manejo de los recursos públicos en un rubro clave: el desarrollo social. Loera, encargado de atender las necesidades más sensibles de la población, no solo evidenció falta de preparación, sino que su presentación y respuestas dejaron entrever un profundo desdén por el escrutinio legislativo y la rendición de cuentas.

El uso de una presentación en PowerPoint mal estructurada y aburrida, más propia de un estudiante despreocupado que de un funcionario de alto nivel, marcó el tono de la sesión. Lejos de mostrar dominio técnico o conocimiento profundo de los programas bajo su responsabilidad, Loera pareció navegar en un mar de improvisación. Las críticas no se hicieron esperar: incrementos presupuestales inexplicables, partidas que duplicaron su monto sin una justificación clara y respuestas evasivas o irrelevantes ante cuestionamientos precisos de los diputados.

Un ejemplo destacado es el aumento de 110 millones de pesos en impresiones, que ni el propio secretario pudo explicar. Este gasto, en lugar de dirigirse a programas sociales, refleja una priorización desconectada de las necesidades reales de la ciudadanía. A esto se suma el incremento en Servicios Generales, que pasó de 53 millones a 104 millones de pesos. En un momento donde la transparencia es una exigencia ciudadana, la incapacidad del secretario para detallar estas partidas genera dudas legítimas sobre el uso de los recursos.

El tema del Instituto Chihuahuense de las Mujeres fue otro punto crítico. En lugar de atender la evidente necesidad de fortalecer esta institución, Loera sugirió que los recursos deberían pedirse a la federación. Esta postura no solo refleja una falta de compromiso, sino también una incomprensión del papel que los estados deben desempeñar en la atención de problemas locales.

La actitud del secretario durante su comparecencia también fue reveladora. Su falta de disposición para tomar notas y la confusión en sus respuestas, al punto de ser comparado con el estilo de «Cantinflas», dejaron una impresión negativa incluso entre los propios diputados. Solo la intervención del diputado Jorge Soto, quien apuró el cierre de la sesión por otro compromiso, evitó que Loera fuera sometido a más cuestionamientos.

El desempeño de Rafael Loera plantea serias interrogantes sobre la capacidad y voluntad política de la Secretaría de Desarrollo Humano y Bien Común para responder a las necesidades de los chihuahuenses. En un contexto donde los recursos públicos deben ser utilizados con precisión y eficiencia, la falta de claridad y de rendición de cuentas es inaceptable. Si esta comparecencia buscaba legitimar las decisiones presupuestales, el resultado fue exactamente el contrario: una muestra palpable de desorden, improvisación y, sobre todo, de la desconexión entre el discurso oficial y las prioridades reales.