Arde Chihuahua

“Arde Chihuahuaera el título de una nota de La Jornada el 23 de septiembre de 2016, cuando César D. J. dejaba el estado en llamas, con proveedores sin cobrar, salarios atrasados, hospitales paralizados y una enorme deuda pública.

El periodista Víctor Quintana decía textualmente que si “el deterioro de las finanzas y de la obra pública de la entidad son de por sí de espanto, más lo son los intentos del duartismo de blindar su impunidad y perpetuar su poder transexenalmente.

Eso sucedió hace apenas 4 años, lo que es toda una eternidad en los nerviosos tiempos propios de la política aunque mucho menos en los relojes de los trabajosos ciudadanos. El incendio duartista no fue alimentado por el combustible de Duarte actuando en soledad, sino por una desventura muy acompañada del priísmo local y nacional, comandando un país en tremenda crisis terminal al borde de la insurrección.

Maru Campos rondaba los 41 años y en octubre de 2016 asumía como la primera alcaldesa de Chihuahua. Para ese entonces ya le había tocado asumir algunos riesgos y había corrido peligros personales mucho peores que los actuales.

Los autores clásicos de la filosofía política, entre ellos Maquiavelo en primer lugar, destacaban a la templanza como la mayor de las virtudes cívicas, una cualidad que reside en el mejor acero, en los grandes guerreros y en el buen vibrato de los instrumentos musicales. El acero templado, los Caballeros Templarios defensores del Santo Sepulcro y el Clave Bien Temperado de Johann Sebastian Bach, recopilaría un erudito memorioso. Cuando la templanza anida en las personas, les permite mantenerse firmes en la tormenta y manejar el timón seguro a través del mar encrespado. Maru Campos tiene algo de todo eso.

Por supuesto Javier Corral es muy poco parecido a César Duarte y aquella salida pavorosa de Chihuahua no tiene paralelo con el fin de mandato en la actualidad, más parecido a una siesta que a un incendio. Pero México tampoco es ahora el que era en 2016. Se toleran despropósitos nuevos, pero jamás las artimañas propias del “viejo régimen” a las que tanto se parecen las estrategias del gobernador.

Corral tiene interés en blindar judicialmente su fin de mandato y controlar tanto la sucesión como al sucesor (o sucesora). Aunque ya no le quede mucho margen para mover alfiles y peones en el tablero, sigue insistente su marcha hacia el “despeñadero”, un término priísta que por mera casualidad suena premonitorio.

Enfrente tiene una mujer, lo cual ya es un indicador a su favor en los empoderados tiempos actuales, alcaldesa de la ciudad capital, rankeada entre las mejores del país y favorita en todas las encuestas. Es hora de que el gobernador se suba al carro de la victoria y acepte que no será él quien lo conduzca.

Autor: Norberto Emmerich