¿Quién cuida a los niños mientras las mujeres se van a capacitar a una empresa? De no crear mecanismos para que las jóvenes con hijos o a cargo de quehaceres del hogar puedan repartir el trabajo, será otra generación de mujeres que no pueda entrar al mercado laboral, advierten investigadores.
La última vez que Karen tuvo un empleo fue hace tres años. Pero no duró más de tres meses. Está casi segura de que la despidieron por estar embarazada, pues el argumento que le dio la abogada de la empresa resulta algo absurdo: “tenemos nuevas formas de reclutamiento”, le dijo. Y en esas nuevas formas ella ya no cumplía con el perfil.
Su pequeño tiene ahora más de dos años. La joven ha buscado trabajo, pero han sido ofertas fraudulentas o tiene complicaciones para que alguien cuide a su hijo. Y conforme pasa el tiempo, siente que se queda más rezagada.
Por eso, cuando se enteró del programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF), para recibir capacitación laboral en una empresa, pensó que sería una gran oportunidad. Ahora lo está dudando, el primer obstáculo la desanimó.
El centro de trabajo que eligió para ir a capacitación tenía una sola vacante y varios candidatos. Entonces, prefirió hacerse a un lado porque creyó que sus estudios en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) serían insuficientes frente a la preparación que quizá tenían los otros jóvenes.
A partir de eso, la joven de 23 años ha comenzado a ver más impedimentos: “esa empresa me quedaba cerca. Las otras opciones que me salen están muy lejos, ¿con quién voy a dejar a mi hijo tanto tiempo si me dan un centro de trabajo alejado de aquí? Mis papás ya están grandes y estoy sola, no cuento con el padre de mi niño”.
Muchos jóvenes, pocas vacantes
El pasado 10 de enero inició formalmente el programa JCF, una estrategia del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para atender a 2.6 millones de personas de entre 18 y 29 años que no estudian y no trabajan.
El plan es que los jóvenes reciban capacitación laboral por un año en empresas dispuestas a proporcionarla. Además, obtendrán una beca de 3,600 pesos mensuales. A principios de enero, más de 1 millón 100,000 jóvenes se habían inscrito. Sin embargo, solo 39,000 empresas han abierto 300,000 vacantes, de acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
Las juventudes es algo que le preocupa mucho al presidente, considera Alfredo Nateras Domínguez, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Sin embargo, advierte que es importante tomar en cuenta que la gran mayoría de la población joven que no estudia y no trabaja la conforman mujeres.
Guarderías del IMSS en Jóvenes Construyendo el Futuro
Marcelo Delajara, director del Programa de Crecimiento Económico y Mercado Laboral en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) coincide con Nateras Domínguez en JCF es un gran plan, pero debe atender con una perspectiva de género.
Muchas mujeres, que ahora son mayores, por diversas razones abandonaron sus estudios y no pudieron entrar a trabajar en su juventud. Ahora que quisieran integrarse al mercado laboral, se topan con muchos impedimentos, explica el investigador.
“Hay que evitar que ocurra lo mismo con las jóvenes de esta generación”. El primer paso es eliminar algunos obstáculos que el sistema socioeconómico les impone, dice en entrevista. Uno de esos obstáculos es: “¿quién cuida a los niños? Casi siempre lo hace ellas”.
El CEEY propone que si el Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS) otorgará cobertura médica a los jóvenes, mientras estén en el programa, podría también prestar el servicio de guarderías. Según un estudio del CEEY, 45 por ciento de quienes son etiquetados como “ninis (ni estudian ni trabajan) tiene hijos. Y las mujeres son quienes más se dedican a estas tareas.
La historia de vida (laboral) de Karen
Karen, quien prefiere no ser identificada por su verdadero nombre, es madre soltera. A los 21 años se enteró que esperaba a un bebé. Al igual que su empleo, la relación con su pareja duró poco después de que ella quedó embarazada. “Se fue, se desentendió de todo y hasta ahora no me apoya”.
En el Conalep estudió la carrera de técnico-bachiller en Informática. Esa institución educativa es la de más alta deserción escolar en el país con 17 por ciento, mientras a nivel nacional la media es de 14.5 por ciento. Y solo 47 por ciento de sus egresados obtiene un empleo formal.
Karen fue de esas alumnas del 47 por ciento por poco tiempo. “Cuando me entrevistaron me preguntaron si estaba embarazada, ya ves que a todas nos peguntan eso en los trabajos”. En realidad, desconoce que la Ley Federal del Trabajo prohíbe la exclusión por condiciones de embarazo.
Cuando se dio cuenta que tendría un bebé lo comunicó a la directora de Recursos Humanos de la empresa. Ella le aseguró que no habría problema, pero unas semanas después la abogada de la compañía la llamó a su oficina.
“Me dijo que había nuevas formas de reclutamiento y que por eso no podía continuar. Me dio una hoja para que la firmara y me pidió que luego me fuera”. La liquidación fue de 3,000 pesos, o sea, lo que ganaba en un mes.
Sus padres se han hecho cargo de ella y del bebé. Trabajan en una pequeña papelería y la atienden todos los días. Su papá no acabó la primaria y su mamá estudió la secundaria completa.
El estudio del CEEY encontró que la mayoría de los jóvenes que no estudian y no trabajan crecieron en hogares donde los padres no pudieron subir de estrato social. De hecho, los papás de estos chicos “tienen menos aspiraciones para sus hijos; menos confianza en que sus hijos alcancen niveles de educación y de logro laboral satisfactorios”.
Hace un año Karen acudió a una convocatoria de trabajo para un puesto de auxiliar administrativo que resultó ser un fraude. Su función sería vender perfumes, pero antes tenía que pagar 300 pesos por ellos.
Al enterarse de Jóvenes Construyendo el Futuro creyó que podría inscribirse, escoger una empresa y comenzar la capacitación de manera rápida y segura, sin pasar filtros. Pero no fue así. Encontró una vacante en una pequeña compañía de tecnologías de la información, que además está a 10 minutos de su casa, la eligió y acudió a la entrevista.
“Me preguntaron qué estudié, qué habilidades tengo”. Al final le pidieron su currículum vitae para compararlo con el de los demás candidatos. “¿Cuáles demás?”, pensó. Enseguida creyó que no sería la seleccionada. “Siento que no estaba al nivel de los estudios que ellos querían”.
“Los ninis tienen menos habilidades cognitivas que quienes que trabajan o estudian”, dice Marcelo Delajara. Esta condición es consecuencia de su aislamiento y exclusión. “Tienen menos desarrolladas sus habilidades que quienes están activos y el programa podría servir para reactivarlas”.
Pero Karen terminó declinando esa opción. “En el programa dicen que no te van a rechazar, te postulas y vas a ver la empresa y empiezas. No dice que vas a competir con otros”.
Los lineamientos de JCF
En los lineamientos del programa, se establece como derecho de los centros de trabajo “Determinar el número de becarios que podrá incorporar para recibir capacitación en el trabajo”.
También que: “De ser necesario aplicar las pruebas internas requeridas para garantizar la seguridad del centro de trabajo y la integridad del becario. Las pruebas en ningún momento podrán consistir en que el/la becario(a) demuestre las habilidades técnicas que el plan de capacitación pretende transferir”.
Nateras Domínguez opina que quizá no se está haciendo la difusión necesaria de lo que implica el programa y sus reglas. “Como todo mercado de trabajo hay demasiada demanda, hay muchos que quieren un empleo, pero pocos empleos. Eso se debe entender, que es así, hay procesos de selección de los perfiles”.
Por otro lado, el reconocido investigador sobre las juventudes en México, dice que los jóvenes de estratos sociales bajos, con poca instrucción educativa “tienen menos capital social o cultural, es decir, menos conocimientos”. También, algunos, menos autoestima.
“Creo que a este programa le falta un soporte psicológico o un espacio psicológico para lograr mejores resultados”. Los jóvenes podrían sortear mejor muchos de los obstáculos que se les atraviesan si cuentan con una buena salud emocional y valoración de sí mismos.
Por ello, recomienda acompañar el programa con asesorías psicológicas. En la Ciudad de México, dice, podrían apoyarse del Hospital de las Emociones, que depende del Instituto de la Juventud (Injuve).
Con información de El Economista