“Me da miedo pensar que me ataque el virus y saber que corro el riesgo de perder la vida”, dice Erubiel Padilla, un hombre de 44 años, que hace cuatro fue diagnosticado con diabetes.
En las estadísticas que presenta la Secretaría de Salud todos los días en la conferencia vespertina sobre COVID-19, el número mayor de fallecidos está entre quienes padecen hipertensión o glucosa elevada en sangre.
De entre las personas que han perdido la vida a causa de este coronavirus, 43% tenían problemas de presión arterial alta y 37.3% diabetes. La siguiente mayor condición de riesgo es la obesidad, 32.6% de quienes murieron por COVID la presentaban.
La recomendación principal para bajar el riesgo, además de seguir las recomendaciones médicas de alimentación, ejercicio y los fármacos para mantener controlados los niveles de presión arterial y azúcar, es el aislamiento domiciliario. Pero este y la angustia de ser grupo de riesgo puede jugar en contra de la salud emocional y física.
Francisco Ascención está acostumbrado a salir. De lunes a viernes dejaba su casa a las 8 o 9 de la mañana y no regresaba hasta las 6 o 7 de la tarde. Es abogado y debe andar en los juzgados resolviendo asuntos legales de sus clientes. Desde hace 10 años trabaja como independiente.
En estos días no puede salir de su casa en el Estado de México. Tiene 63 años y desde hace más de 20 le diagnosticaron diabetes. En 2017 tuvo una infección y luego un infarto. Lo intubaron y logró sobrevivir. Lleva desde finales de marzo en estricto aislamiento domiciliario para evitar contraer el virus SARS-COV2, causante de la enfermedad COVID-19.
“Sé que para mí un contagio es muy peligroso así que no he salido. La verdad es que es difícil. Escuchar las noticias, saber que estás entre los grupos de mayor riesgo, da miedo. Pero también es desesperante no salir, no poder seguir con el trabajo”, cuenta Francisco.
A casi un mes de estar aislado en casa y sin que haya podido aplicar el trabajo a distancia dada su profesión, dice que ya tiene cambios de humor.
“Me altero a ratos, también me deprimo, después me vuelvo a animar, empiezo a tratar de concentrarme en organizar pendientes, pero luego viene otra vez la depresión, ya no me dan ganas de no hacer nada, pienso que si esto es tan riesgoso para qué me preocupo si a la mejor no la libro. Paso por todos los estados de ánimo en una semana”.
Algo muy similar vive Erubiel Padilla. Él también está aislado en su casa en Ciudad Juárez, Chihuahua, desde principios de abril. Tampoco puede trabajar desde su hogar. Él se ocupa conduciendo un Uber.
“No he podido trabajar, afortunadamente tengo otros coches que conducen personas sin condición de riesgo, como la mía, y de ahí me entran ingresos,pero mucho menores a lo normal porque el trabajo ha bajado”.
Para no angustiarse de más frente a lo económico y el riesgo de contraer COVID se ocupa en lo que puede. Lee, organiza juegos de mesa con sus hijas, se entretiene viendo series. Dice que eso le ayuda a darle la vuelta a los pensamientos angustiantes cuando lo empiezan a bombardear.
Los dos, Francisco y Erubiel, tienen un estrés adicional, sus parejas siguen yendo a trabajar.