¡Vanidad!

Las reflexiones al cuento (muy conocido, no es de mi autoría) del Rey desnudo, lo escribí en octubre del 2012. Al parecer la historia va a seguir teniendo vigencia debido al obsceno presidencialismo que se practica en nuestro país, los gobernantes de cualquier nivel, regularmente pierden la cordura y son muy proclives al desfiguro y la ridiculez.
                                                                                 ¡Vanidad!
El origen de la palabra lo dice todo, proviene de vano (sin substancia), la vanidad en poca cantidad tal vez sea benéfica, sobre todo cuando esa pequeña dosis se emplea, para mejorar la apariencia física de las personas y cuando sea pariente cercana de la autoestima. Cuando se cae en excesos, llega frecuentemente a provocar situaciones ridículas, dando un toque caricaturesco a las personas que sufren de ese penoso mal, para ejemplificar ésta situación viene a mi memoria la historia-cuento “El Rey Desnudo”donde se muestra ésta falla en la personalidad (porque a fin de cuentas evidencia inseguridad) va de cuento:
“Se dice que en cierto reino, había un Rey muy vanidoso (debe de ser en Europa, acá no se llaman reyes sino caciques o presidentes) y por lo tanto algo tonto (valga el verso sin esfuerzo), ante ese escenario un par de vivales decidió timar al soberano, haciéndose pasar por sastres, consiguieron entrevistarse con el Rey, con el cuento de que poseían una maravillosa tela para confeccionarle el más regio traje jamás visto.
Sólo que dicha tela era tan fina y especial que sólo podría ser vista por los inteligentes, es decir, los tontos estarían (amos) imposibilitados para apreciarla. Cuando le llevan la “Supuesta” tela (misma que usted avezado lector ya se habrá dado cuenta que no existía), el monarca no queriendo pasar por un pelmazo SI la vio.
Mostrándose encantado con ella, con su tersura (la tocó y toda la cosa) y sus vivos colores. Siguiendo con la estafa, le tomaron sus reales medidas correspondientes, haciendo los ajustes necesarios para hacer de dicho traje (capa incluida) el más majestuoso hasta la fecha elaborado. Después de un tiempo y previo magno precio cobrado, le llevan por fin el traje al Rey, sorprendiendo a éste por la calidad de los acabados y una vez que se lo ponen, la comodidad, vaporosidad y holgura.
Cuando el vanidoso Rey sale a exhibir su real vestimenta (para no caer en la procacidad, digamos que si llevaba ropa interior) el pueblo con estupor y algunos antepasados de un tal José Cruz con burla, vieron el bochornoso espectáculo, hasta que un niño gritó voz en cuello ¡El Rey va desnudo! El final del cuento no menciona que fue de los estafadores, supongo que pusieron “Pies en polvorosa”, escapando de la real ira.
¿Relaciona éste cuento con algún Presidente Municipal, cacique u hombre de poder? No lo culpo, en mi caso sí, con varios políticos, gobernantes y empresarios encumbrados. Para esos personajes mencionados, siento ser el portador de pésimas noticias: el séquito de aduladores que los rodea los engañan vilmente, los hacen actuar como al vanidoso monarca del cuento, los hacen sentir: “Bordados a mano”, “Llenos de gracia” como el Ave María, o mínimo fuertes, audaces y valientes» como Pancho Pantera.
Obviamente se están aprovechando de ustedes, ahí van patéticamente dándoselas de “Chirindongos” siendo que son tan comunes y corrientes como el pueblo que los encumbró. En otro orden de ideas, aunque guarda relación con el tema, declaro; que no entiendo y no creo en creaciones artísticas modernas, ya sea en los campos de la pintura, la escultura, poesía o música.
Hay unos cuadros con una serie de manchas sin ton ni son en el lienzo (parecidos a la tela del cuento) con títulos sugerentes como La levedad del ser o bien Apocalipsis ¡no me’che Inglés! Muchos de los que compran dichos cuadros lo hacen porque según ellos el cuadro les trasmite emociones profundas ¡gulp! Vuelve el síndrome del traje del Rey. Que diferencia de un Rembrandt, un Velázquez o un Tamayo.
Tal vez mi escepticismo sea producto de la ignorancia y la negatividad. Me adoso a la proclama del merolico de antaño ¡Que no le digan, que no le cuenten porque a la mejor le mienten!
 
Libro recomendado de la semana 
Esta vez el leído es, “El séptimo samurái”, de la autora estadounidense Helen DeWitt. Ludo de seis años es un niño prodigio. Su madre, Sybylla, lo educa sola e intenta satisfacer su voraz intelecto. Valiéndose de la orientación Ludo aprende Griego él solo para poder leer la Odisea y Francés para leer Tintín, además de profundizar en el estudio de otras lenguas. El libro es un tanto complejo, la parte sustanciosa es cuando el infante prodigiosamente inteligente pregunta quien es su padre, para satisfacer su natural curiosidad, su madre le hace ver repetidamente una película de Kurosawa (El séptimo samurái). Total que entre los diez y once años, el niño les dice ser su hijo a prominentes hombres de ciencia para evaluar su reacción. Es una novela memorable, divertida, original y conmovedora.
“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”
Honoré de Balzac
“La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensaran de nosotros una vez muertos y enterrados”
Ernesto Sábato
“Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores”
Antoine de Saint-Exupéry
José Cruz Pérez Rucobo